Este artículo explora los mecanismos de aparición del SIBO y su abordej posterior.
¿Qué es el SIBO?
El SIBO corresponde a una pululación bacteriana en un sitio ectópico (anormal) en comparación con el sitio fisiológico. En el caso del SIBO se produce, por tanto, un “desplazamiento” de la microbiota del colon al intestino delgado. Este desplazamiento va acompañado de una alteración de la composición de la microbiota – disbiosis – a favor de colonias bacterianas diferentes de un sujeto a otro (de ahí la distinción entre SIBO metano o SIBO hidrógeno).
Cómo se produce la disbiosis
La ingesta repetida o prolongada de terapias antimicrobianas (antibióticos o antimicóticos) es una de las principales causas de disbiosis de la microbiota intestinal ya que, además de su acción terapéutica contra la infección a tratar, conllevan efectos secundarios (a veces importantes) sobre la composición de la microbiota. Más concretamente, el antibiótico mata las bacterias sensibles a él mientras que el antimicótico actúa sobre las colonias de levaduras. El ecosistema intestinal se ve así perturbado por la reducción drástica de varias colonias de microorganismos y la proliferación de otras cepas oportunistas (que aprovechan la falta de agentes antagonistas): es aquí donde se instala la disbiosis.
Por lo tanto, conviene tener en cuenta que cuando las terapias antibióticas y antifúngicas son “pesadas” o crónicas, provocan disbiosis, favoreciendo el aumento de la microbiota (SIBO).
Por lo tanto, es crucial darse cuenta de que el SIBO es siempre una cuestión multifactorial; los factores de riesgo deben coexistir para que se produzca:
– riesgo de disbiosis (también causada por antibióticos y antimicóticos)
– riesgo de aumento de la microbiota
Entre los factores de riesgo más frecuentes se encuentran:
– consumo de terapias IBP
– sedentarismo
– ciertas terapias pesadas o crónicas (como la quimioterapia o los antidepresivos)
Manejo del SIBO
Así pues, un paciente con SIBO se enfrenta a una situación de este tipo:
– un sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado
– un cuadro clínico no desdeñable compuesto por síntomas (como desnutrición, carencias, trastornos del tránsito y dolor) que precisan un manejo rápido y eficaz, pero que no son más que la “punta del iceberg”.
– la existencia de factores de riesgo subyacentes que conducen a la aparición y a la cronificación de la ascensión y de la pululación bacterianos que tampoco son desdeñables
Sobre este último punto, conviene:
–identificar los factores predisponentes (preexistentes) y precipitantes del SIBO
-identificar y gestionar los factores de mantenimiento (que dificultan la resolución del problema en curso)
Por lo tanto, en el caso del SIBO, el abordaje debe hacerse a varios niveles:
– erradicar el exceso de colonias bacterianas en el intestino delgado (los consejos médicos se inclinan a menudo por la elección de una terapia antibiótica para “limpiar” el lugar ectópico del exceso de microbiota)
– controlar los síntomas mediante medidas paliativas que alivien al paciente para que pueda seguir adelante con serenidad. En este sentido, se recuerda la importancia primordial de la nutrición, en particular de una dieta baja en FODMAP y de la suplementación oral con principios activos para normalizar el tránsito y reducir los síntomas
– eliminar los factores de riesgo previamente identificados para prevenir y evitar las recaídas
En la práctica, las acciones a llevar a cabo serán las siguientes:
– reducir o dejar de tomar terapias antibióticas o antifúngicas
– reducir o suspender las terapias con IBP
– normalizar la función tiroidea
– aumentar la actividad física
– apoyar y reforzar el sistema inmunitario
Insistimos en la necesidad de una gestión a todos los niveles mencionados para lograr no sólo un alivio rápido y significativo sino también la regresión del SIBO sin riesgo de recaídas o recidivas futuras.
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