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¿Puede existir el Síndrome del Intestino Irritable sin disbiosis?

¿Puede existir el Síndrome del Intestino Irritable sin disbiosis?

Aquí una serie de consideraciones para responder a esta pregunta:

1) el Síndrome del Intestino Irritable (SII), por definición médica, es un síndrome funcional -> lo que significa que su diagnóstico se basa en:

-> criterios de síntomas:

– la existencia de trastornos intestinales que pueden ir desde un estreñimiento obstinado hasta una diarrea catastrófica

– crónicamente: por un período continuo de 3 meses o más

-> criterios anatómicos e histológicos del intestino:

– ausencia de enfermedades autoinmunes (enfermedad de Crohn, colitis ulcerosa, etc.)

– ausencia de enfermedad celíaca

– ausencia de problemas oncológicos en el intestino

De hecho, las recomendaciones no mencionan la disbiosis de la microbiota como criterio diagnóstico.

Es fundamental precisar que no lo hacen no porque no exista sino más simplemente porque no existe, a la fecha, un instrumento de evaluación fiable para la disbiosis.

2) dicho esto, cabe destacar que el SII es un síndrome que implica cambios (a veces radicales) en el entorno fisiológico de la microbiota:

-> cambios en la luz intestinal

Las alteraciones en los procesos digestivos conducen a cambios en la composición del bolo alimenticio y/o de las heces que pasan por el intestino delgado y luego al colon. Así, las cepas (bacterias, levaduras y virus) que componen la microbiota ven cambiar su entorno y deben, por necesidad, adaptarse a estos cambios (ya sean grandes o pequeños).

Además, al cambiar su “alimento”, ciertas colonias de microorganismos ven facilitado su crecimiento, mientras que otras sufren inanición y tienden a retroceder.

Estos mecanismos conducen a cambios en la composición proporcional de la microbiota.

-> cambios en la mucosa intestinal

Los trastornos intestinales (cualquiera que sea su naturaleza), cuando son crónicos, se asocian a una inflamación (superficial o profunda según el caso) de la barrera de enterocitos. Al encontrarse en un “terreno” inflamatorio, los microorganismos de la microbiota sufrirán los cambios que les imponen las condiciones ambientales.

Aquí nuevamente, tendrán que adaptarse y, para ello, se reorganizarán con colonias “ganadoras” (porque están mejor adaptadas) y otras limitaciones para retroceder o desaparecer (porque son incapaces de sobrevivir en estas nuevas condiciones).

La “disbiosis”, que también podríamos describir como una “evolución adaptativa de la microbiota”, aparece por tanto como un cambio fisiopatológico que inevitablemente corre paralelo al SII.

3) a pesar de todo, el SII NO debe ser abordado desde la perspectiva de la disbiosis (¡qué paradoja!)

Efectivamente, los abordajes terapéuticos totalmente centrados en la microbiota son métodos que, desde nuestro punto de vista, no tienen mucho sentido porque no se puede “resolver la disbiosis” (es decir: retroceder en los cambios evolutivos de la microbiota) si persisten las condiciones ambientales que provocaron estos cambios en la composición de la microbiota.

Por lo tanto, el manejo consistente del SII siempre debe comenzar con:

-> regularización del tránsito y control de la composición del bolo

-> manejo correcto de la inflamación con el objetivo de reducirla

Solo así podremos pensar en la microbiota (que, en cualquier caso, no esperará a que intervengamos –con probióticos o no – para adaptarse de nuevo a unas condiciones ambientales más favorables a un equilibrio fisiológico).

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