Mi historia comenzó hace unos 25 años. Era el día de Navidad.
Tuve un fuerte impulso de ir al baño y, al final de la micción, noté un dolor insostenible. Oriné sangre. Todavía no sé si fue mi primera infección urinaria, pero entiendí que había que curarla rápidamente.
Fui a emergencias con una muestra de orina. Al ver el color, la enfermera me preguntó si tenía la regla (obviamente no).
Allí comienzó una espera interminable. El día de Navidad, los profesionales tienen algo más que hacer que tratar una IU. Varias horas después, finalmente llegó un médico con una receta de antibióticos. «Es una infección urinaria, señora y los antibióticos la aliviarán rápidamente». Solo unas horas después de tomar el primer comprimido, el dolor disminuyó y desapareció gradualmente.
Después de este episodio, estuve bien tranquila durante unos meses hasta la siguiente infección. Mi médico me recetó otro antibiótico (sin ECBU) y me dijo «cuando se encuentra mal, se lo tome». Seguí así durante unos años.
Un día, después de varios días de tratamiento con este famoso antibiótico, los síntomas no desaparecieron. Me estaba quedando sin antibióticos. Esperé unos días y cuando no pude más, regresé a urgencias.
Me pidieron una muestra de orina para un ECBU. Después de unas horas, me dijeron «A priori no hay infección, es inflamatorio. Tome ibuprofeno”.
Ah sí? Es inflamatorio? ¿Esto es posible?
De hecho, unos días después, recibí los resultados completos: negativos, sin infección. La pesadilla estaba a punto de comenzar.
Fui del médico al urólogo y del urólogo al ginecólogo. Como tengo endometriosis, el urólogo me dijo que hablara con mi ginecólogo. Mi ginecólogo me dijo que no estaba preparado para curar problemas urinarios. Todos los médicos me aconsejaban que fuera a ver a otro. Estban totalmente perdidos y yo dando vueltas. En ese momento, los síntomas todavía eran sostenibles.
Con 28 años, tuve mi primer bebé. Después del parto, se produjo un milagro y tuve una remisión de varios años. No volví a pensar en este tema y viví mi vida tranquilamente.
Con 35 años volvieron mis preocupaciones. A partir de ese momento, no se volverá nunca a hablar de cistitis bacteriana. Los ECBU siempre saldrán negativos. Se hablará de cistitis con orina clara. Y a partir de ahí, el infierno.
Sufría sin alivio. Pasaba de un urólogo a otro, toda clase de exámenes. Las cistoscopias mostraban inflamación de la vejiga, pero nadie pudo decirme la causa de esta inflamación. Me hablaban de cistitis con orina clara o abacteriana. Cuando saqué el tema de la CI (cistitis intersticial/SVD), me dijeron que, dado que tenía endometriosis profunda, no se podía diagnosticar la CI. ¿Y la hidrodistensión? Se me desaconsejó porque habría causado un trauma adicional a la vejiga.
Le pregunté al urólogo que me siguía en ese momento: ¿qué puedo hacer para aliviarme? Me explicó que habían soluciones distintas. Yo no soportaba más el sufrimiento. Lamentablemente, no me funcionó nada. Ni las instilaciones ni tampoco los medicamentos (alfabloqueantes, antidepresivos, medicamentos contra la hiper actividad de la vejiga, etc.). Más grave aún, algunos tratamientos agravan los síntomas. Los médicos tenían miedo al verme llegar a la sala de espera. Algunos me echaban, otros me decían «depende de los nervios, es estrés, Usted somatiza».
A los 37 años, mi endometriosis ya era muy extensa y tuve que someterme a una operación importante. Tenía una lesión digestiva y un nódulo en el uréter de mi riñón izquierdo. Le pregunté al Doctor si la endometriosis era responsable de mis problemas de vejiga. Nuevamente, recibí una respuesta muy vaga: «en principio no pero…».
Me operé y en realidad no hubo cambio a nivel urinario. Por el contrario, la menopausia artificial durante 6 meses hizo aumentar el dolor.
Un año después de mi operación, la endometriosis reanudó su evolución y el Doctor me aconsejó tener otro bebé para evitar una segunda operación y me dijo que el cambio hormonal del embarazo mejoraría mi salud urinaria. Después de pensarlo, decidí embarcarme en esta aventura con la esperanza de encontrar una vida más serena y normal.
Después de un embarazo complicado (tenía 38 años y a los 39 di a luz), las cosas no salieron exactamente como estaba planeado. Seis meses después de mi parto, tuve que operarme: mis problemas de endometriosis volvieron a empezar. Era complicado, me sentía exhausta. En 6 meses: un parto, una operación, un bebé en los brazos, mi trabajo, los problemas urinarios, era demasiado. Demasiado.
Pero, al contrario de todas las expectativas, la calma regresó y tuve 2 años de tranquilidad. Volví a la vida y finalmente pude disfrutar de mi bebé.
Con 42 años, tuve una infección urinaria bacteriana por Proteus mirabillis. Este nuevo episodio infeccioso fue como gasolina sobre el fuego. Estuve tratando este episodio infeccioso pero la sintomatología no disminuía. Repetí el ECBU que fue negativo. La cistitis inflamatoria había vuelto y era más violenta que nunca. Tenía constantemente ganas de orinar. Iba al baño 10-15 veces al día y 4-5 veces por la noche, a veces más. Ya no podía soportar una gota de orina en la vejiga y la única vez que me sentía menos dolida era cuando vaciaba la vejiga.
Ya no podía usar vaqueros o pantalones. No podía soportar más los viajes en auto. Cada sobresalto en el camino era doloroso. De camino al trabajo, me paraba en una estación de servicio para ir al baño. En el trabajo, susurraban a mis espaldas. ¿qué creían que hiciera yo cada hora en el baño? No tenía vida social, familiar, íntima.
Estaba viva y muerta al mismo tiempo.
Seguía trabajando porque ningún médico me hacía un certificado de baja (o rara vez 2-3 días). No creían en este dolor que os describo. Me decían que era estrés y que tenía que calmarme. Seguí con vida gracias a mis hijas, pero algunos días llegué a tener ideas muy negras.
Hice docenas de ECBU. Algunos eran completamente estériles y otros mostraban actividad bacteriana. La cantidad de bacterias era baja, demasiado baja para hablar de infección.
Y entonces un día después de haberlo probado todo (medicina tradicional, medicina alternativa), después de haber gastado una fortuna, descubrí un grupo de Facebook. Los comentarios y el enfoque sobre los problemas urinarios me parecíeron consistentes. Los productos DEAKOS se veían bien pensados y bien creados.
Por primera vez me sentí entendida.
Les envié los resultados de mis ECBU y les conté mi historia. Rápidamente, establecieron un protocolo DEAKOS específico para mi caso. Al principio tuve algo de sospechas y le pedí consejo a mi médico.
Me confirmó que los productos estaban bien pensados, que no podía garantizarme que funcionarán pero que, en el peor de los casos, no me harían daño.
Hablé con mi esposo porque este nuevo tratamiento representaba un gran presupuesto (más de 200 EUR/mes). Finalmente tomamos la decisión de probarlo.
Al comienzo del tratamiento, me enteré de que tenía candidiasis vaginal. La situación se complicaba todavía más.
Volví a hablar con ellos para que adaptaran mi tratamiento en consecuencia. Están preparados sobre todos los problemas relacionados con problemas urinarios y disbiosis vaginal y me beneficiaron de toda su experiencia. No dudaron en consultarlo con el biólogo DEAKOS o el Dr. De Angelis (farmacéutico que creó la gama de productos DEAKOS) para adaptar mejor mi tratamiento.
Después de solo 14 días de tratamiento, noté una mejoría. Después de 3 meses, estaba mucho mejor y empecé a vivir de nuevo. Hice un viaje de unos días y todo estuvo bien. Me sentí renacer, fue como una resurrección (y peso mis palabras).
Finalmente tomé el control de mi vida y me sentí bien.
Elegí describirlo usando esta imagen porque una de las primeras cosas que pude hacer gracias a Deakos fue en noviembre de 2017, un viaje con mi hija a Macedonia para acompañarla a un concurso.
Me encanta viajar en general. Me da una impresión de libertad. Libertad que volví a tener. Viajar es moverse y moverse (el cambio, en general) es vida. Lo que no se mueve es lo que está muerto. Esta imagen ilustra perfectamente mi «renacimiento».
Hoy han pasado 22 meses desde que tomo los productos DEAKOS continuamente. Todavía tengo un poco de hormigueo, un poco de incomodidad, pero sé qué hacer para mantenerlo controlado.
No puedo agradecerselo lo sufiente por pasar tiempo estudiando mi situación y guiándome en el manejo de mi problema.
Hoy, siempre estoy muy entusiasmada cuando hablo sobre los complementos DEAKOS que han sido y siguen siendo el elemento principal de mi curación.
A veces tengo miedo, pienso: «¿Y si volviera a pasarme?» Después de todo, he tenido ya algunos momentos de tranquilidad antes de tomar los productos DEAKOS. Y luego me digo que no. Que hoy beneficio de un tratamiento razonado, que DEAKOS continúa su investigación y desarrolla nuevos productos para manejar mejor la cistitis bacteriana y abacteriana.
Solo una pregunta persiste: ¿por qué los médicos y los urólogos todavía tienen tantos problemas para resolver los problemas urinarios recurrentes?
Tal vez porque permanecen compartimentados en su especialidad, mientras que es necesario vincular varios campos como ginecología, nutrición, problemas digestivos, etc. a la vez.
También presenté a menudo los productos DEAKOS a los médicos que me siguieron en mi camino. Ya sea el médico de cabecera, el ginecólogo o el urólogo, todos me dicen que el contenido de los suplementos está bien pensado, el enfoque es reflexivo, el tratamiento sin efectos secundarios es bueno… pero ninguno se toma la molestia de contactar a DEAKOS para descubrir más y ninguno (que yo sepa) aprovechó mi experiencia positiva para ayudar a otros pacientes. ¿Por qué?
Mi historia se une a la de cientos de mujeres. Espero que este testimonio brinde esperanza a quienes todavía están buscando una solución.