Este artículo surge del estudio de un caso bastante específico: un análisis de la microbiota revela disbiosis (desequilibrio), presencia de bacterias saprofitas en cantidades elevadas y escasa presencia de bacterias «buenas». Además, la Candida tipo Krusei recurrente está presente a nivel vaginal.
Intentemos comprender mejor la situación.
En primer lugar, los análisis de microbiota son pruebas:
- caras y no reembolsables
- se realizan de diferentes maneras, dependiendo del laboratorio que los realiza, y por lo tanto no son comparables ni interpretables unívocamente por todos los profesionales
- no hacer referencia a directrices prácticas, estudios epidemiológicos o publicaciones científicas reconocidas
- no se consideran válidas para fines de diagnóstico
- los resultados no son fiables
La microbiota humana es un sistema muy complejo, compuesto por cientos de cepas bacterianas, fúngicas y virales (muchas de las cuales aún son desconocidas o poco estudiadas), que evoluciona de forma totalmente diferente de un sujeto a otro, de su historia, de su estilo de vida y de su entorno. Por tanto, no existe una «microbiota por excelencia» sino que cada uno tiene «su propia» microbiota: como las huellas dactilares, es única y personal. Intentar analizar la microbiota equivale a intentar estudiar todos los planetas de todos los sistemas solares de todas las galaxias: hasta la fecha, no es posible.
Sin embargo, existen pruebas que permiten evaluar algunos parámetros que en realidad pueden hacer referencia a datos científicos confiables y establecidos como por ejemplo:
- el valor de la calprotectina en las heces que proporciona información sobre el nivel de inflamación en el intestino
- el valor de zonulina en las heces que indica el nivel de permeabilidad intestinal
- coprocultivo que indica la presencia de ciertos patógenos en las heces como Clostridum, Salmonella y Candida y que permite excluir infecciones intestinales y parásitos
- el exudado vaginal que proporciona una fotografía fiel de la flora vaginal en su conjunto, con sus microorganismos «buenos» (fisiológicos) y «malos» (patógenos)
En lo que respecta estrictamente a la microbiota y su composición lamentablemente todavía no existe nada fiable.
En caso de SII (Síndrome del Intestino Irritable) las únicas certezas son:
- que existe una disbiosis (como habrás comprendido, imposible de caracterizar con precisión)
- que el intestino está inflamado
- que las defensas inmunes estén reducidas
Por tanto, para caracterizar el ‘perfil del paciente’ es necesario proceder con una anamnesis detallada (que requiere tiempo y paciencia por parte del terapeuta) para comprender:
- el contexto en el que surgió el problema
- factores de riesgo previos (factores predisponentes)
- eventos desencadenantes (factores precipitantes)
- las causas de la cronicidad de los trastornos (factores de mantenimiento)
- los síntomas presentes en el momento de la evaluación
- el panorama de salud general (cualquier patología y terapias en curso)
- estilo de vida y hábitos
Sólo a partir de este ‘perfilado’ será posible comprender los mecanismos profundos del problema. Posteriormente, de forma lógica y deductiva, será posible identificar una estrategia personalizada para tratar mejor los trastornos de forma natural, eficaz y duradera.
Entonces, volviendo a la situación descrita en el presente caso, lamentablemente nos encontramos ante un contexto muy común que asocia:
- IBS (cuyo tipo no se especifica)
- disbiosis vaginal predominantemente fúngica (micosis)
- infecciones urinarias crónicas (cistitis)
- inflamación de todos los órganos contenidos en el suelo pélvico
Aunque no se mencione, podemos imaginar un consumo regular (pasado o en curso) de terapias antifúngicas y antibióticos para luchar contra los trastornos vaginales y de la vejiga. Terapias que impactan negativamente en la microbiota -> provocan un empeoramiento de la disbiosis -> que empeora el SII -> que reduce las defensas inmunitarias -> favoreciendo infecciones vaginales/vejigas -> que obliga a otras terapias… En definitiva, un verdadero círculo vicioso.
La gestión de estos casos implica siempre la adopción de una estrategia real dirigida a:
- regularizar el tránsito intestinal
- reducir la inflamación intestinal, vaginal y de la vejiga (lo que resulta en una reducción significativa de los síntomas relacionados con el síndrome del intestino irritable, vaginitis y cistitis)
- recolonizar y apoyar la flora vaginal (en particular, ahuyentando las colonias de levaduras patógenas y sus biofilms)
Aunque pueda parecer una paradoja, sólo después de las intervenciones antes mencionadas se podrá actuar sobre la microbiota, hasta conseguir un equilibrio estable y duradero. Adoptar un enfoque natural conducirá a resultados significativos y, lo que es más importante, protegerá contra recaídas y recaídas.
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