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Cistitis y estrés

Cistitis y estrés

A menudo leemos testimonios de mujeres que relacionan un período de estrés o un ‘shock emocional’ con la cistitis.

En este punto es bueno distinguir entre:

1. episodios agudos de cistitis bacteriana que se desencadenan en condiciones de estrés importante,

identificado como el factor precipitante

2. un problema crónico (como en el caso de la vejiga hiperactiva), a menudo abacteriano, que se produce tras un acontecimiento particularmente intenso desde el punto de vista emocional (como el duelo de un ser querido)

Estas dos eventualidades deben tratarse por separado ya que sus respectivos mecanismos subyacentes son diferentes.

1. Cistitis aguda y estrés

Cuando se desencadena un episodio agudo de cistitis bacteriana en un contexto de estrés.

En un caso como este es fundamental tener en cuenta que estamos ante una cistitis bacteriana. Esto quiere decir que, aunque el factor precipitante pueda ser el estrés, en el fondo existen uno o más factores predisponentes que permiten que las bacterias lleguen a la vejiga. El estrés se convierte entonces en el elemento desencadenante y transforma una situación latente en un episodio agudo por el impacto negativo que tiene sobre las defensas inmunitarias del sujeto. En definitiva, se podría decir que es la gota que colma el vaso.

Por lo tanto, ante un problema de este tipo, se recomienda encarecidamente un abordaje que permita el manejo o la resolución de los factores predisponentes. Si bien es cierto que es difícil gestionar el estrés, a menudo resulta “más sencillo” (gracias a la estrategia adecuada) gestionar los factores de riesgo que existen en el origen. De esta forma se vacía el jarrón y la gota de agua ya no consigue hacer que se desborde.

 Los principales factores de riesgo de cistitis son: 

2. Trastornos urológicos tras un shock

Cuando un trastorno urológico o uroginecológico crónico, a menudo abacteriano, se desencadena repentinamente tras un shock.

En un caso como este, es una cuestión completamente diferente que a menudo tiene su origen en una profunda alteración neuromuscular.

Esto sucede porque los shocks emocionales sobrecargan enormemente el sistema nervioso parasimpático, que entre otras cosas es responsable de las órdenes involuntarias sobre los órganos (respiración, latidos del corazón, movimientos peristálticos del intestino, función urinaria y miccional). Pero también porque un shock puede inducir a la adopción de una postura de “defensa” antálgica que provoca importantes contracturas musculares, que pueden evolucionar hacia unas contracturas pélvicas.

Ante tal situación, es importante adoptar una serie de medidas con el fin de:

– evitar y prevenir infecciones urinarias oportunistas que podrían empeorar el cuadro clínico

– identificar y controlar posibles contracturas, calambres y espasmos musculares

– identificar y gestionar eventuales neuropatías

– contrarrestar la inflamación ciertamente presente, dada la naturaleza crónica de los trastornos

– favorecer la reepitelización del urotelio para evitar que sufra mayores daños

– si aún no se ha hecho, buscar un profesional (o un equipo multidisciplinario) para trabajar en las causas iniciales de los trastornos

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